3. CASONA DEL HORROR
La vieja casona, al píe del Salto del Tequendama se erige hermosa a
la luz del día y se transforma con las sombras del anochecer en un sitio de horror, aquella vez…
me despertó el clásico sonido de unas carambolas de billar y la risa de los jugadores,
el tic tac del reloj que conduce las almas hacia su destino marcaba las 12 en
punto y afuera la lluvia caía a cántaros como diría el tío Benedicto, nuestro
anfitrión, el silencio eterno precedía a la tragedia cuando de la mesa de
billar saltó el monstruo enigmático y solemne con su mirada de loba en celo,
hiriendo mis sienes se apoderó de mi cuerpo lentamente, paso a paso,
desgarrando con sus filudas garras mi abatido corazón tenso y mustio y fue
succionando la sangre, los sentidos, los sentimientos y la angustia.
El bullicio de la familia al escuchar mis gritos y desembocar en la
estancia del billar no encontró nada ni nadie, los espíritus del horror se
había desplazado una vez más hacia el aposento de los muertos y a mí me quedó
el recuerdo terrorífico de aquella noche… bueno, y la afición por el billar.
Poeta Maese
FABIO ALBERTO CORTÉS GUAVITA
Noviembre 10 de 2014

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